Si eres de las que dedicas tiempo y dinero al cuidado de la piel pero sigues sin ver los resultados deseados, quizás se deba a que tu manera de cuidarla no está siendo del todo correcta. ¿Quieres saber qué es lo que no tienes que hacer en tu rutina de cuidados? Estos son algunos de los errores más comunes.
No tener en cuenta tu tipo de piel
El primer punto de partida, y el más importante, es conocer si tu piel es normal, grasa, seca, mixta o sensible. Cada piel tiene unas características específicas y conviene saber diferenciarlas para elegir los productos cosméticos que más se ajustan a tus necesidades.
En este sentido, no es que haya cremas buenas o malas. Se podría decir más bien que hay un tipo de crema para cada tipo de piel.
Las cremas con alto contenido en grasa, por ejemplo, son muy eficaces en el tratamiento de las pieles secas pero, en cambio, no son nada recomendables para personas que tienen problemas de acné. En estos casos, la piel necesita hidratarse sin engrasarse por lo que es imprescindible que los productos utilizados tengan propiedades sebo-reguladoras.
El consejo: antes de comprar, asesórate bien. Aplicar una crema que no se adecúa a tu tipo de piel, no sólo no te ayudará a mejorar su aspecto sino que puede dañarla seriamente.
Hacer un mal uso de los productos cosméticos
Algo muy común es tener los productos adecuados pero aplicarlos de la manera equivocada.
Muchas personas utilizan despreocupadamente la crema de día como si fuera de noche; y al revés, la de noche durante el día. Esto es un grave error porque cada tipo de crema está formulada para cumplir una función distinta. Por nombrar una de las diferencias más obvias: la de noche no tiene factor de protección solar y, si la usamos durante el día, dejamos nuestra piel expuesta a las radiaciones ultravioletas.
Otro error muy frecuente es aplicar la crema hidratante en la zona del contorno de ojos. La piel de esta parte del rostro es mucho más fina y sensible y requiere de cremas específicas para la misma.
Además, la forma de aplicar la crema en esta zona tiene una gran importancia y, generalmente, no lo hacemos bien. En lugar de arrastrar, debemos poner una pequeña cantidad de producto en varios puntos del contorno de ojos y extenderlo a base de golpecitos con las yemas de los dedos.
Priorizar precio frente a calidad
Suelen decir que lo barato sale caro y, en el caso concreto de los productos de cuidado diario de la piel, el dicho se cumple.
No se trata de comprar las cremas más caras del mercado ni sólo las marcas de prestigio. Lo que sí es importante es asegurarse de que los productos que vayamos a utilizar sean de buena calidad o que, como mínimo, no contengan ingredientes perjudiciales para nuestra piel.
Aunque, por supuesto, no todo depende de la calidad. Por muy buena que sea una crema, si no somos constantes en su uso y no damos tiempo a que actúe, no veremos sus resultados. En este sentido, es recomendable no cambiar continuamente de productos y ser fiel a tu crema (al menos durante dos-tres meses)
Olvidar desmaquillarte antes de ir a dormir
A veces es por olvido y a veces por pereza. ¿Cuántas veces te has ido a la cama sin haberte desmaquillado?
Saltarnos la limpieza facial por la noche es una de las peores cosas que podemos hacerle a nuestra piel. Por la noche la piel se regenera y es el momento en el que absorbe más nutrientes. Si dormimos con maquillaje o restos de suciedad, no dejamos que complete este proceso y el resultado es una piel con mal aspecto y poco saludable.
Lavarse con agua y jabón o recurrir siempre a toallitas desmaquillantes tampoco es una buena opción. Resecan la piel y la limpieza no es igual de profunda como lo es con leches desmaquillantes y aguas micelares.
Descuidar la higiene
Lavarse las manos antes de iniciar la rutina de cuidado de la piel es algo fundamental. Las manos están en contacto continuo con la suciedad y los gérmenes del ambiente por lo que, si no las lavamos y nos tocamos la cara, puede dar lugar a brotes de acné u otros problemas cutáneos.
Por la misma razón, también es recomendable utilizar una toalla exclusiva para el rostro. Las toallas de manos y cuerpo acumulan suciedad y bacterias que no conviene traspasar a nuestra dermis.
Un último detalle que se suele descuidar es la limpieza de los materiales de maquillaje. Si usamos brochas sucias, estamos haciendo que los restos de maquillaje antiguo y el polvo de la propia brocha, ensucien el rostro y obstruyan los poros. Para solucionarlo, tan fácil como lavarlas con agua tibia y jabón suave de vez en cuando.
Tocar o manipular granos, espinillas y puntos negros
Las personas con tendencia a la aparición de acné, espinillas y otras imperfecciones de la piel tienen que tener cuidado de no agravar su problema.
Cuando aparecen, casi todos tenemos la tentación de tocar, apretar y manipularlos, pero esto es una agresión directa a la piel que puede dejar marcas. Se recomienda el uso de tónicos o la aplicación de productos que sequen la zona sin dañar al resto de la piel.
Disimular imperfecciones en lugar de corregirlas
Tapar con capas y capas de maquillaje las manchas, rojeces y granos no ayuda a que desaparezcan; muy al contrario, al no dejar respirar la piel, suele empeorar el problema.
Existen productos de tratamientos específicos para corregir todo tipo de imperfecciones. Se aconseja utilizarlos como primera opción y, si el problema persiste, acudir al dermatólogo. Algunas lesiones cutáneas y características de la piel deben ser valoradas por un profesional.
Exfoliar más de lo debido
Incorporar la exfoliación dentro de nuestro ritual de cuidados aporta muchos beneficios. Sin embargo, más no siempre es mejor, y hacerlo demasiado a menudo puede entorpecer la regeneración natural de la piel.
¿Cuál es la frecuencia recomendada? Depende de tu tipo de piel. Generalmente, en pieles normales, una vez a la semana; pero en pieles sensibles, no más de dos veces al mes. Ten en cuenta que además de eliminar las células muertas, la exfoliación altera la barrera protectora de la piel y hacerlo en exceso puede traer problemas.
Lavarse con agua muy caliente
Las temperaturas elevadas del agua también afectan a la barrera cutánea de la dermis. Si te lavas con agua muy caliente, los lípidos presentes en dicha barrera se disuelven y hace que la piel se muestre deshidratada y con peor aspecto.
Mejor agua fría o, en su defecto, agua tibia. Pero nunca demasiado caliente.
No proteger la piel del sol
Tenemos la creencia equivocada de que los protectores solares sólo son necesarios en verano pero lo cierto es que el sol incide sobre nuestra piel en cualquier época del año.
Si quieres evitar la aparición de arrugas y manchas y no propiciar el envejecimiento prematuro del rostro provocado por las radiaciones solares, elige productos cosméticos con factor de protección solar.
¿Sueles cometer algunos de estos errores? Si es así, cambia tus hábitos y notarás la diferencia.
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